LÍNEA H. JOYAS DE HOMBRE

Consuelo Guaita Puerto








La joya del hombre es un mercado poco evolucionado. Pretende atender a una nueva estética que sólo se ha contemplado en aspectos grises en artículos de alfileres para corbata, gemelos y otros complementos que marcan un estereotipo de masculinidad rancia.

El desarrollo de la idea obedece a un interés por retomar la joya como obra de arte confiriéndole, como objeto, el valor de una pequeña escultura, jugando con la superposición de diferentes metales para la consecución de su volumen.

Todo el proceso de rayar el metal, oxidarlo, combinarlo y ensuciar el brillo persigue cambiar la percepción de la joya, para conferirle un aspecto pictórico y así despojarla de su vacía superficialidad como adorno. He pretendido hibridar la escultura y la pintura para apartarla de una lectura meramente decorativa.

La transformación de la materia por los propios fenómenos atmosféricos, o la intervención del hombre en ciertos espacios, han proporcionado distintos resultados plásticos. El artista madrileño Lucio Muñoz dejaba tablas de madera en la terraza de su estudio, durante meses, con el objeto de que fuera la propia naturaleza la que transformara el material.

La escultura El peine de los vientos es la obra más importante y popular del escultor vasco
Eduardo Chillida, mezcla de Informalismo, Minimalismo y Land art. La obra es un conjunto de tres esculturas de acero incrustadas en las rocas del mar. Éstas se encuentran situadas en el paseo de la playa de Ondarreta de San Sebastián. Las esculturas están formadas por varios brazos de sección rectangular que se entrelazan, creando una maraña que parece peinar el viento. El agua del mar oxida el metal y el viento lo erosiona modificando constantemente su textura y color.

El Museo Chillida Leku se encuentra en Hernani (Guipuzcoa), un lugar donde las esculturas de los jardines se pueden tocar, por lo que el visitante siente la fuerza de los materiales. La escultura en contacto con la naturaleza, fuera del museo, en constante transformación, contrasta con otras obras del interior del museo que permanecen inalterables.

La vegetación, los seres vivos, el mundo del paleolítico y la edad media fueron la inspiración para la intervención que Agustín Ibarrola hiciera en el 2001 en los bloques de hormigón del espigón del puerto de Llanes (Asturias), con el título Los cubos de la memoria. Las pinturas sobre los grandes y apilados bloques de este espigón portuario tienen variadas composiciones, con un tratamiento estético capaz de componer una obra integrada a modo de potente mural o de poderoso conjunto escultórico policromado de variados escorzos, que se puede contemplar desde diversos puntos de observación, próximos o lejanos. Es la obra de un artista interdisciplinar, como se considera a sí mismo el propio Ibarrola: "Ni estrictamente pintor, ni exclusivamente escultor, ni por supuesto arquitecto del paisaje como algunos afirman".

A Roger Buergel, director de la Documenta de Kassel, debido a la polémica suscitada al incluir a Ferrán Adriá en ésta, se le preguntó qué es arte o qué no lo es, y el respondió: “lo importante es innovar y ampliar conceptos; la cocina es una disciplina nueva en el arte”.

El arte se transforma, se mezcla. Unas disciplinas se impregnan de otras y se enriquecen; prueba de ello es la cocina de El Bulli de Ferrán Adriá, que ha llegado a la Documenta de Kassel XII. ¿Quién hubiera imaginado que entrara la cocina en el mundo del arte? Adriá transforma lo comestible en pequeñas esculturas o construcciones arquitectónicas con cromatismos pictóricos. Penetra en nuestros sentidos intentando ir más allá de lo que uno ve, huele, come o toca.

Otros ejemplos los podemos ver en Juan Mari Arzak o Quique Dacosta, que traspasan el mundo de la gastronomía. Arzak, en su Graffiti de huevo elíptico, dibuja y pinta sobre un plato/lienzo su obra. Dacosta, chef del restaurante El Poblet de Dénia, emplea materiales tan poco habituales como el oro, la plata, el titanio o el cobre en su vanguardista cocina.

Muy recomendable para entender el diálogo entre cualquier manifestación artística es la película Vatel, dirigida en el 2000 por Roland Joffé. Es una obra que devuelve al cine su valor de elemento agrupador de miles de aspectos artísticos. Se reflejan todos y cada uno de ellos llevados a su expresión más minuciosa y perfecta. El protagonista Vatel, maestro de ceremonias de Luis XIV, pone belleza en cada una de sus creaciones. Es un filme para descubrir y deleitarse con cada fotograma.

A mediados del siglo XX, en Alemania, los joyeros comienzan a utilizar materiales inusuales: aluminio, metacrilato... Los nuevos materiales se tallaban dando la posibilidad de crear nuevas formas volumétricas. La joya continuaba siendo un elemento de diferenciación, de individualización, como había sido siempre; pero se amplia su significado, pues ya no marcaba una diferencia social sino personal. Con este cambio de mentalidad surge el concepto "unisex" y su comercialización se generaliza tanto para mujeres como para hombres.

La joyería, que hasta el momento se aprendía en los talleres, se comienza a estudiar en las escuelas de arte. Después de la Segunda Guerra Mundial se crearon, dentro y fuera de Europa, centros de docencia de joyería como partes integrantes de instituciones académicas.

Con la nueva joyería se modifican los canales de distribución. Se rompen los circuitos tradicionales de la tienda a las exposiciones históricas de artes decorativas y se lucha por introducirlas en el ámbito artístico de las galerías.

La joyería de creación se divide en dos tendencias que marcarán el final del siglo XX. Por un lado, la joya de diseño orientada al mundo de la moda y el diseño industrial, y que tiene por objetivo complacer la demanda del mercado; por otro, la joyería comprometida en expresarse a través de los valores universales del arte como forma de expresión personal y que busca una complicidad con el usuario. Esta última es una joyería creada más por el puro placer estético que por intereses comerciales.

El método del catalán Ramón Puig consiste en que el espectador puede concluir la obra y así tener varias lecturas, surgiendo múltiples interpretaciones, de manera que cada nueva mirada descubra algo nuevo.

Los holandeses Gijs Bakker y Emmy van Leersum emplean aluminio en sus collares y pulseras; el alemán Gerd Rothman plástico para sus broches de una visión marcadamente pop; y los británicos Wendy Ramshaw y David Watkins papel multicolor para sus joyas recortables.

En los años ochenta, los creadores buscaban la máxima espontaneidad y la genialidad del gesto a través de técnicas ajenas a la joyería, como por ejemplo enrollar filamentos de nailon (Carolina Broadhead, Reino Unido), tallar madera (Marjorie Schick, Estados Unidos), etc.

El proyecto que presento consta de seis piezas: un anillo, una sortija, dos colgantes y dos pulseras. Anillo de plata con dos piezas soldadas de cobre oxidado y oro rayado. Sortija de plata estriada con oxidaciones en sus rayas más gruesas. Pulsera de plata de doce eslabones sobre los que se efectuó un dibujo con varias hendiduras. En el extremo de cada eslabón hay un filo de cobre oxidado. Pieza cuadrada de cobre oxidado, sobre una base de plata agarrada a una correa de piel negra. Colgante de plata con piezas irregulares de cobre y latón soldadas y oxidadas. Colgante de plata oxidada, redonda y escalonada que acaba con una plancha de cobre.

Se han empleado dos técnicas en la realización:

-La cera perdida. Consiste en esculpir la pieza sobre un bloque de cera. Una vez modelado se lleva a fundición y obtenemos una primera pieza llamada “original”. A éste se le quitan las rebabas y el bebedero y se termina de facturar utilizando lijas de diferente grosor y, en su caso, limas. Con el original se puede hacer un molde del que obtendremos copias de la pieza. Con esta técnica hemos elaborado los dos anillos y una pulsera (la de eslabones cuadrados).

-Transformación del metal. Una vez fundido el metal se trabaja mediante el laminado (metal en plancha) o el trefilado (metal en hilo redondo o cuadrado).


El siguiente paso en la transformación del metal, se realiza con sierras, martillos, limas, embutidores, etc., hasta que conseguimos las diferentes partes que forman el todo de una pieza.

Para el acabado de las piezas, éstas han sido sometidas a un proceso de oxidación y rayado. Para oxidar la plata hemos empleado el sulfuro potásico. Las rayas se han conseguido por medio de lijas gruesas para obtener rayas finas, o bien buril que nos ha permitido rayas más gruesas y profundas.

La joyería era una disciplina desconocida para mí, pero gracias a una buena interpretación de la idea he podido conseguir resultados satisfactorios, que me llevarán a la realización de nuevos trabajos en equipo. La ejecución de cada pieza nos ha descubierto diversas posibilidades de transformación del metal, tanto en su volumen como en su color. En el caso de los moldes de cera, cada raya significaba un registro de huellas que había que estudiar minuciosamente dado que podían resultar exageradas o imperceptibles al trasladarse a la fundición del metal.

Las oxidaciones han conseguido unas calidades cromáticas de paisajes abstractos cambiantes, adheridas a esas pequeñas piezas que nos evocan los campos de color de los expresionistas abstractos americanos o el materialismo de los informalistas europeos.

El proyecto engloba el deseo de búsqueda de un pequeño objeto artístico, dirigido hacia el usuario que no encuentra una joya diferente, lejos del estereotipo. He querido acercarme a esa estética que ponga en alerta los sentidos.